
Philippe Rahm – Historia Natural de la Arquitectura: Una crítica
por Asr-arquitecto
Introducción: los límites de la arquitectura “natural” de Rahm
Histoire Naturelle de l’Architecture, de Philippe Rahm, plantea una tesis ambiciosa y abarcadora:
la arquitectura es, en esencia, una respuesta biológica y climática, moldeada por la termodinámica más que por la cultura, la política o la intención simbólica. Al trazar la historia de los entornos construidos a través del consumo energético, la adaptación climática y las necesidades fisiológicas, Rahm propone que la arquitectura es una extensión de nuestra naturaleza homeotérmica—una necesidad para regular la temperatura corporal frente a las condiciones ambientales.
A primera vista, esta aproximación ofrece un marco materialista interesante para interpretar la historia de la arquitectura, ubicándola dentro del discurso del determinismo ambiental. Sin embargo, a medida que el libro avanza, su estricta adhesión a explicaciones naturalistas se convierte rápidamente en un ejercicio reductivo que simplifica en exceso los procesos históricos.
En lugar de abordar la arquitectura en toda su complejidad social, política y cultural, Rahm reduce el entorno construido a un subproducto de la termodinámica, descartando siglos de teoría arquitectónica, significados simbólicos y agencia humana. Su relato acelerado del pasado se apoya en generalizaciones excesivas—como afirmar que la caída de Roma fue consecuencia directa del saqueo de reservas de cereal por invasiones “bárbaras”, o que los campesinos medievales vivían en total aislamiento, sin comercio ni movilidad.
Estas afirmaciones, anticuadas y simplistas, recuerdan el tipo de determinismo que se encuentra en obras como Armas, gérmenes y acero de Jared Diamond o Sapiens de Yuval Noah Harari—narrativas que priorizan la inevitabilidad por encima de la complejidad, la física por encima de la política y lo material sobre el sentido.
Esta crítica argumentará que el enfoque de Rahm presenta tres debilidades fundamentales:
Un determinismo material rígido que despoja a la arquitectura de sus dimensiones simbólicas, estéticas y sociales, reduciéndola a mera regulación térmica.
Un método histórico problemático que comprime siglos de transformaciones en afirmaciones deterministas burdas, ignorando la riqueza de las tradiciones arquitectónicas diversas.
Una escasa atención a la arquitectura como forma, ya que Rahm habla de edificios sin analizar su lógica espacial, técnicas constructivas o significados culturales.
Aunque su exploración del clima y la energía en la arquitectura es valiosa, su negativa a reconocer la interacción entre intención humana, poder político e identidad cultural convierte Histoire Naturelle de l’Architecture en un manifiesto de reduccionismo ambiental más que en un estudio riguroso de la arquitectura. Esta crítica examinará cómo su enfoque pierde la oportunidad de construir una historia más matizada, equilibrada y creíble.
Una mirada limitada sobre las adaptaciones climáticas mediterráneas y árabes
Uno de los aspectos más frustrantes del libro es la omisión de las tradiciones arquitectónicas mediterráneas y árabes como parte integral de la historia e identidad europeas.
Dado que su tesis gira en torno a la arquitectura como respuesta al clima y la termorregulación, sería lógico esperar una atención seria a las estrategias urbanas y arquitectónicas desarrolladas por estas culturas, que desde hace siglos han dominado principios homeotérmicos que la arquitectura nórdica solo adoptó más tarde. Sin embargo, Rahm las ignora o las presenta como externas, y no como parte de un continuo arquitectónico europeo.
El urbanismo islámico y mediterráneo ha perfeccionado históricamente técnicas pasivas de ventilación y regulación térmica que encajan perfectamente con el modelo termodinámico que Rahm defiende. Calles estrechas, fachadas encaladas, patios sombreados, torres de viento y zocos cubiertos son todos elementos esenciales para adaptar el espacio urbano al calor extremo—y aun así, Rahm apenas los menciona.
Incluso al hablar de espacios públicos y reunión social en relación al clima, alude al Biergarten alemán como ejemplo de adaptación térmica, ignorando los zocos, arcadas y bazares mediterráneos que han cumplido ese mismo rol durante siglos.
Esto refuerza un sesgo histórico que considera periféricas las tradiciones arquitectónicas mediterráneas y árabes, en lugar de centrales en la identidad europea.
Los orígenes neolíticos de las ciudades: una narrativa más compleja
Rahm sostiene que las ciudades surgieron principalmente como depósitos de grano, permitiendo a las sociedades sedentarias proteger sus reservas alimenticias. Aunque hay algo de verdad en esta visión, simplifica de manera excesiva la transición hacia la vida sedentaria.
El antropólogo David Graeber, en The Dawn of Everything, cuestiona esta visión determinista al demostrar que la complejidad social y el sedentarismo se desarrollaron de forma no lineal, coexistiendo con prácticas nómadas durante milenios. Su trabajo evidencia que el sedentarismo no fue una consecuencia inevitable de la agricultura, sino una transformación social y política negociada que configuró las estructuras urbanas tempranas.
Esta visión socava la tesis de Rahm, que presenta las ciudades como centros defensivos de almacenamiento, ignorando los aspectos rituales, culturales y económicos que también desempeñaron un papel central en el urbanismo primitivo.
La Edad Media: ¿decadencia o continuidad cultural?
La simplificación histórica de Rahm es especialmente evidente en su análisis de la Alta Edad Media, que describe como un período de colapso y estancamiento, donde supuestamente la población carecía de medios materiales e intelectuales para construir arquitectura monumental.
Este relato—heredado de la historiografía decimonónica—ha sido refutado por autores como Henri Pirenne, quien subraya la continuidad cultural más que la ruptura.
La Edad Media no fue un vacío entre Roma y el Renacimiento, sino una época de transformación económica, cultural y arquitectónica, con instituciones romanas persistentes, saberes reutilizados e influencias orientales.
La tesis de Pirenne pone en duda que las invasiones bárbaras destruyeran la civilización romana, argumentando en su lugar que fueron los cambios económicos, la integración o asimilación y nuevas rutas comerciales—especialmente tras el auge del Islam—los que remodelaron el Mediterráneo. Incluso dentro de Europa, la arquitectura gótica, el saber monástico y la organización feudal muestran una Edad Media dinámica, no estancada como insinúa Rahm.
Su insistencia en que la dieta pobre imposibilitó la arquitectura monumental es una visión determinista que ignora cómo el desarrollo arquitectónico también fue impulsado por la religión, la ideología y la economía.
El uso de Marc Bloch: lo que me enseñó por accidente
La relación de Rahm con las fuentes históricas también es problemática. A menudo cita autores selectivamente para apoyar su tesis, sin explorar a fondo sus ideas. Un ejemplo irónico es su uso de la cita famosa de Marc Bloch:
“Fue el castillo el que hizo al señor, y no el señor el que hizo el castillo.”
Rahm emplea esta frase para sugerir que las fortificaciones definían el poder medieval, pero no profundiza en su significado. Sin embargo, gracias a esta cita mal usada, uno puede descubrir algo más interesante: cómo las estructuras arquitectónicas pueden generar jerarquías sociales, no simplemente reflejarlas.
La cita señala que el dominio de los señores se consolidaba a través del control de lugares estratégicos fortificados. Este podría haber sido un momento clave en el libro para explorar cómo la forma construida influye en las estructuras de poder, pero Rahm pasa de largo.
Si hubiera realmente dialogado con las ideas de Bloch, podría haberlas integrado en su argumento sobre clima y poder, mostrando cómo la arquitectura no solo protege del ambiente, sino que estructura las relaciones sociales y políticas. En cambio, su lectura acelerada de la historia no deja espacio para la profundidad ni la crítica seria de las fuentes.
Higiene, climatización artificial y simplificación excesiva
Rahm señala la higiene como motor clave del desarrollo urbano, pero reduce esa complejidad a una sola necesidad. Un ejemplo es su lectura de la reconstrucción de París bajo Haussmann. Rahm desafía la idea de que fue una operación de control estatal y reingeniería social, afirmando que la higiene fue la causa principal.
Aunque la higiene urbana fue relevante, su interpretación ignora factores como la reestructuración económica, el desplazamiento de clases y la reorganización estratégica del espacio público (ver Paris: Capital of Modernity, de David Harvey).
Ambas perspectivas pueden ser válidas, pero el encuadre de Rahm impone una conclusión determinista que pasa por alto la naturaleza multifacética del urbanismo.
De igual forma, su crítica a la climatización artificial—una práctica clave en la arquitectura moderna—es importante por su impacto ambiental, pero en lugar de abrir un debate sobre cómo compatibilizar diseño sostenible y confort térmico, Rahm lo reduce a una dicotomía entre realidad material y abstracción cultural.
Aunque su urgencia ecológica es comprensible, el argumento pierde fuerza al ignorar los factores tecnológicos, sociales y políticos que han configurado el consumo energético en los edificios.
Conclusión: una visión incompleta
La tesis de Rahm tiene méritos, pero su negativa a integrar dimensiones sociales, culturales y de clase debilita seriamente su argumentación histórica. La arquitectura responde, sí, a condiciones materiales, pero no es un proceso neutro ni inevitable: depende de quién tiene el poder, quién controla los recursos y quién puede construir.
Al ignorar estos elementos, Histoire Naturelle de l’Architecture se convierte en una oportunidad perdida: un libro que podría haber vinculado la conciencia climática con la realidad social, pero que queda como un manifiesto limitado y determinista.
¿Justifica la insistencia en un único marco explicativo la reducción de la complejidad histórica? Aunque los hechos no sean falsos, ¿es legítimo estrechar tanto el enfoque que las interpretaciones alternativas desaparezcan, obligando al lector a aceptar una única conclusión?